martes, 19 de julio de 2011

Empezó siendo una molestia, como cuando te molesta un raspón. Pero a medida que pasaba el tiempo, la molestia se convirtió en confusión, la confusión en malestar. El malestar en angustia. La angustia en dolor...
Cuando me quise dar cuenta, tenía el pecho vacío y hueco, lleno de magulladuras, de cabos sueltos, de heridas mal cerradas y los bordes casi ulcerados. Me estaba desangrando viva, y nadie pareció darse cuenta, ni siquiera yo.

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